Lo primero, muchas gracias a todos por los ánimos. Me llenan de alegría. Hay que añadir el "bálsamo de tigre" para que las piernas funcionen, pero los mensajes son una maravilla.
Al ser el primer día, tardamos más de dos horas en recojer y desayunar. Julio no ha invertido en bolsas más modernas y tiene que seguir esparramándolas y cerrándolas a mano, sacándoles el aire, una a una. Los demás tampoco somos ninguna gacela, todo hay que decirlo.
Nos vamos a la catedral a sellar. "Il n'est pas possible". Este año vamos a tener menos sellos en la "cartilla", como llama Pedro a la Credencial.
Llegamos a un camino de cabras y nos recomienda ir por la izquierda. Vemos el subidón y decidimos ser más listos que la flecha y rodear la montaña. Bajamos unos 50 metros de desnivel y nos encontramos la misma o más pendiente que antes y ahora estamos más abajo. Nos recontracagamos en "to" y empezamos a subir. Imposible de uno en uno. Tenemos que empujar cada bici de dos en dos, excepto los ingenieros del metro (Julio y Pani) que deciden quitar las alforjas de la bici y subir todo por partes. Después de dos cuestones con pendientes de dos millones de grados, Pedro, Juan y yo estamos arriba y nos "descojonamos" de los ingenieros, que ya han hecho 5 viajes y están todavía abajo.
Dice Pedro: "Como estos hubieran tenido que hacer las pirámides, el faraón estaba enterrado en un cementerio público".
Total que llegamos a Buiza y empieza la cosa a tirar "pa'rriba" y a mejorar sensiblemente el paisaje. Yo me encuentro fenomenal y al acceder a la carretera en Mieres empiezo a hacer el "Belga", como dicen ellos y subo, más adelante, Pajares, con el plato del medio y a un ritmo cercano a 20 km/h. Me da tiempo a esperarles en varios momentos y a llegar a Busdongo y comprarles unos dulces en una pastelería que vendían "suspiros", para que se recuperen.
Ahí, empieza mi calvario. Empieza a nevar y a ponerse una niebla espesa y fria. Me pongo alguna capa más de las que llevo y no entro en calor. Creo que he cogido frío. Empiezo a toser mucho. Llegamos al puerto y en un bar nos pedimos un buen vaso de leche hirviendo con miel. Me sienta de maravilla, y Pedro me trae dos "frenadoles", en cápsulas.
Les digo: "Como mañana baje más la temperatura, me pongo todo lo que llevo en las alforjas, aunque tenga que llevar los gayumbos por fuera, como Superman".
Faltaban 4 km hasta Pajares, bajo casi sin frenos, detrás de Julio, nevando, con niebla, sin gafas, con la nieve dándome perdigonazos en los ojos (el resto de la cara tapada), con el traje de agua superior, con lo cual tengo una tiritona en las piernas que hacen que se descontrolen y vayan moviéndose a su aire.
Afortunadamente, llegamos al albergue en poco tiempo y nos estaba esperando Marisa, la hospitalera, una maravillosa mujer que nos da todo tipo de atenciones. Hasta nos había hecho rosquillas para desayunar al día siguiente.
No se que hace el alcalde del pueblo que no le ha puesto ya una calle.
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