sábado, 15 de octubre de 2011

Etapa 2. Viernes, 30 de septiembre de 2011. Avilés - Cadavedo

Avilés nos despide después de un desayuno con bollo casero y vuelta por el casco antiguo. Con un poco de lío llegamos a Salinas, cuna de los Grandes. 

Llamamos a Yolanda para decirle que estamos en ese pedazo de playón de su pueblo. La gente pasea o se mete al agua con las tablas...

Llegamos a Muros de Nalón y nos indica un labriego como seguir. Comemos unos bocatas y una de fabes a compartir en la playa de la Concha de Artedo, Bar-Pensión San Miguel. 

La playa es para estar allí todo el día, que si una de navajas, que si otra de chopitos, que si un cubata... Así sin parar, pero tenemos que marcharnos, empujando, por cierto. El paisaje es típico asturiano. 

Juan nos recomienda ver la playa del Silencio y Carlos no lo puede dejar pasar. Se baja, se despelota y al agua. No es por no bañarnos, es por no bajar a la playa que está en la planta -20, así que nos quedamos contemplando el paisaje y esperando.

Llegamos a Cadavedo, vemos el cutre-albergue y decidimos quedarnos porque  tenemos una habitación para nosotros solos y parece que la fauna local no se mueve mucho. Luego no sería así.
 
Nos vamos a cenar al bar El Casino, después de que un parroquiano del bar donde nos metemos primero nos indique, ya que la siesa de la tabernera no nos hace ni un bocadillo.

El menú lo completamos con un antojo: patatas al cabrales. Nos avisa la niña que nos sirve..."no os vais a comer el menú, vosotros veréis".

Cuando nos trae el primero nos quedamos ojipláticos. Al llevarse más de la mitad le digo al camarero si con lo que nos ha sobrado dan de comer al día siguiente a todo el colegio. Se medio ofende y dice que el cliente paga y tiene que quedar satisfecho. Vale, pero si ya con el primero salimos rodando, nos da miedo qué parte del brontosaurio va traer de segundo. 

Efectivanente, sobre una capa de kilo y medio de patatas, un filete que lo cubre todo, y para Carlos, le han quitado la cabeza y el rabo al bicho y junto con una tonelada de garbanzos pretenden que se coma esos callos. 

De aquí teníamos que ir a cortar árboles con las manos, para bajar semejante menú, pero preferimos roncar junto a las arañas.

Alguna se pone cariñosa con Carlos y se levanta con varios picotazos y tan contento.


No hay comentarios: